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Por Allan Sánchez.

En esta ocasión, abordaremos el tema del castigo eterno. Si todos seriamos salvos, como la postura del Universalismo plantea, entonces la eternidad empequeñecerá nuestro sufrimiento a algo insignificante.

Pero si la lectura sencilla, y menos forzada de las escrituras es correcta, entonces la Biblia nos plantea que el castigo eterno aguarda a aquellos que rechazan las buenas nuevas. Esta mala noticia ofende a los no cristianos, y preocupa a muchos cristianos.


Después de todo, ¿Cómo puede Dios ser amoroso y, sin embargo, castigar a las personas para siempre?


Como lo expreso el prolífico autor evangélico y teólogo John Stott:

“Encuentro el concepto intolerable y no entiendo cómo la gente puede vivir con él sin cauterizar sus sentimientos o sin sucumbir a la tensión. Pero nuestras emociones son una guía fluctuante y poco confiable hacia la verdad y no deben ser exaltadas al lugar de la autoridad suprema para determinarla”

Observamos, que es una cuestión complicada de admitir, es por ello que abordamos este asunto. Recordemos que desde el principio debemos ser humildes, y como observo Stott, nuestras emociones son una guía poco confiable cuando razonamos sobre el infierno.


Desafortunadamente muchos parecen creer que, si no entienden el infierno, si no entienden como el castigo eterno podría ser justo, entonces no debe ser justo.  


Si el infierno existe, el infierno es por definición de otro mundo; y aunque puede que no tenga sentido para nosotros, eso no significa que el castigo eterno no tenga sentido en el reino que no podemos ver.


Además, frecuentemente tendemos a restar importancia al pecado, y vemos a los seres humanos como menos pecadores de lo que realmente son, pero debemos recordar que el pecado de las criaturas resulto en una guerra en el cielo, y toda rebelión humana contra Dios es semejante a la rebelión de satanás contra el Señor, que directa o indirectamente resulto en todo sufrimiento, enfermedad, violación, tortura y muerte que alguna vez sucedió o sucederá en el planeta tierra, y todo el sufrimiento de este planeta, no tiene en cuenta el horror que hubo en el reino de los cielos, y subestimamos drásticamente el horror de una rebelión.  


Ahora, vamos a reparar en la naturaleza del infierno, es importante señalar que la mayoría de los teólogos cristianos a lo largo de la historia, han estado de acuerdo que no debemos ser dogmáticos sobre las imágenes bíblicas del infierno.


Robert A. Peterson dice lo siguiente sobre este tema

“¿Deberíamos entender los fuegos del infierno como llamas literales? La respuesta es no. Como Calvino vio hace mucho tiempo, Dios no tenía la intención de que lo entendiéramos así. Si tomamos literalmente la imagen del infierno como fuego, choca con otras imágenes del infierno, por ejemplo, el infierno como tinieblas o el infierno donde se azota a los impíos (Mat. 24:51)

En lugar de darnos imágenes literales del destino de los malvados, Dios usa imágenes temidas de este mundo para presentar la terrible realidad del infierno en el próximo mundo. Estoy de acuerdo con la mayoría de los académicos conservadores contemporáneos en la comprensión de las imágenes bíblicas del infierno siendo metafóricas en lugar de literales.”

También de manera similar, John Blanchard dice acertadamente

“El fuego del infierno no es un fenómeno material que podría, por ejemplo, mover una máquina de vapor o generar electricidad. Prácticamente todos los intérpretes están de acuerdo en que cuando Jesús habló del ‘gusano’ del infierno, Él estaba usando una metáfora; sería extraño si al mismo tiempo hablara del ‘fuego’ y no estuviera haciendo lo mismo”

D.A. Carson concluye también esto

“La verdad es que estas imágenes incompatibles nunca tuvieron la intención de ser literales, sino metáforas para describir el lugar espantoso que llamamos infierno”

Carson continúa diciendo:

“La mayoría de los intérpretes reconocen que hay un elemento metafórico sustancial en las descripciones bíblicas del infierno. Esto no significa que el infierno en sí sea meramente metafórico: no se debe inferir del hecho de que alguien piense que muchas de las descripciones del infierno son metafóricas y no literales, a la conclusión de que el infierno en sí no es litera. El infierno es real; la cuestión es hasta qué punto deben tomarse literalmente sus descripciones. Normalmente, no pensamos en la coexistencia de fuego inextinguible y gusanos: el primero devorará al segundo con la misma facilidad con que consumirán a las personas. Es difícil imaginar cómo un lago de fuego coexiste con la más absoluta oscuridad. Y si uno es arrojado a un lago de fuego, ¿qué necesidad de las cadenas?”

Carson finaliza manifestando lo siguiente:

“Esto no es para negar que algunas especulaciones sobre qué realidad precisa se esconde detrás del lenguaje metafórico han ido demasiado lejos. Uno piensa, por ejemplo, en la sugerencia de Lewis de que, así como el cielo hace a los seres humanos (como ahora pensamos en ellos) más que humanos, así también el infierno, como el fuego que quema la madera hasta convertirla en ceniza que ya no es madera, sino que solo restos, hace a un humano en algo menos que humano, un “ex-hombre” o un “maldito fantasma” *. Supongo que esto es posible, pero ciertamente deja los textos muy atrás. Más satisfactorio (aunque sigo sin estar seguro de algunos de sus argumentos) es el tratamiento clásico de Robert Anderson*, elogiado por Spurgeon como el mejor tratamiento del tema. Pero mi punto es que el infierno puede ser muy diferente de las representaciones de muchas imágenes medievales”

Pese a cada una de estas citas, cualquier representación del infierno que lo haga tolerable está equivocada, podemos estar seguros es que el infierno es peor que todo esto.


Pero ahora surge la pregunta, ¿Se Puede Retratar el Infierno Como Peor de lo que Es?, el infierno jamás debe ser tratado como algo menos que horrible, pero es posible desviarse peligrosamente.


En la literatura judía, como señala William V. Crockett

“Los rabinos hablan de hombres promiscuos colgados de los genitales, mujeres que amamantaban públicamente a sus hijos colgadas del pecho y de los que hablaban durante las oraciones de la sinagoga con la boca llena de brasas”

Así también, el Padre John Furniss, describió el infierno como si tuviera diferentes mazmorras, y él dice que en la cuarta mazmorra

“Hay un niño, un joven… Sus ojos arden como dos carbones encendidos. Dos largas llamas salen de sus oídos… A veces abre la boca y sale un aliento de fuego ardiente. ¡Pero escucha! Hay un sonido como el de una tetera hirviendo. ¿Es realmente una tetera hirviendo? No; ¿entonces que es eso? Escucha lo que es. Es la sangre hirviendo en las venas escaldadas de ese niño. El cerebro está hirviendo y burbujeando en su cabeza. La médula le hierve en los huesos.

Pero incluso, una interpretación más “suave, por llamarlo de alguna forma, del Teólogo Jonathan Edwards es exagerada. Citándolo:

“El infierno es un horno furioso donde el cuerpo estará lleno de tormento en todo lo que pueda contener, y cada parte de él estará llena de tormento. Tendrán un dolor extremo, cada articulación de ellos, cada nervio estará lleno de un tormento inexpresable.  Serán atormentados hasta la punta de sus dedos… Su corazón y sus entrañas y sus cabezas, sus ojos y sus lenguas, sus manos y sus pies serán llenos del ardor de la ira de Dios. Esto se nos enseña en muchas Escrituras.”

Así mismo, hay que examinar que es lo que dice Jesús sobre el Infierno y al contrario de estos adornos infernales en Lucas 16 encontramos el discurso más detallado de Jesús de como seria para una persona estar en el infierno.


Allí Jesús nos habla de un hombre rico que no ayuda a un mendigo enfermo llamado Lázaro, que yacía fuera de su puerta, Jesús dijo que después de que Lázaro y el rico murieron, el rico estaba en el Hades estando en tormentos. Y vio a Abraham de lejos y grito “Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, pues estoy en agonía en esta llama” Abraham respondió: «Hay un gran abismo puesto entre nosotros y vosotros, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, y tampoco nadie pueda cruzar de allá a nosotros». Entonces él dijo: «Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, de modo que él los prevenga, para que ellos no vengan también a este lugar de tormento». Pero Abraham dijo: «Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan». Y él dijo: «No, padre Abraham, sino que si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán». Mas Abraham le contestó: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos»


Ahora bien, notamos que Jesús no describió al hombre rico gritando histéricamente de angustia, o tan dolido que era incoherente al hablar. Jesús podría haber hecho aquello, pero no lo hizo, más bien leemos sobre un hombre que en lugar de gritar histéricamente, es capaz de hacer demandas y mantener una conversación, su pensamiento que estaba equivocado, estaba intacto. Si, el hombre rico estaba sufriendo, pero está dentro de la experiencia humana que a veces las personas sufren tanto dolor que se vuelven absolutamente incoherentes, o al menos que no sean capaces de conversar de una manera normal.


Algunos argumentan que el propósito de Jesús en esta historia no es hablarnos de la condición de los que están en el infierno. 


Sobre esta posición, Larry Dixon señala:

“A menos que uno esté preparado para sugerir que Jesús está pasando información inexacta sobre la otra vida, ¿por qué no debería entenderse que Lucas 16 refleja una imagen general de lo que le sucede a los justos y los impíos en la muerte?”

G. Campbell Morgan escribe también:

“Jesús no lo llamó parábola. Lucas no lo llama parábola. Además, el hecho de que, si bien no se nombra al rico, sí se nombra al mendigo, hace probable que estuviera nombrando un caso real. Puede ser una parábola. Si es así, al menos llama la atención de que es la única parábola de Jesús en la que se le da un nombre a una persona”

Y para concluir esta cuestión, Murray J. Harris escribe:

“No es ilegítimo deducir del escenario de la historia las características básicas del estado post mortem de creyentes e incrédulos”. Harris señala que “ambos son conscientes de su entorno”, tienen un “recuerdo del pasado” y han “conservado su capacidad de razonar”

Ahora, ¿Cómo se justifica el infierno? Primero debemos sostener que los ocupantes del infierno serán impenitentes (que no se arrepienten), la separación eterna tiene sentido si permanecen eternamente impenitentes.


Ahora, considero, que eso es consistente con las escrituras, después de todo aquí en la tierra las escrituras nos informan que los perdidos son depravados, como dice Romanos 3:11 “No hay quien busque a Dios”, además debemos tener presente que [Es el Espíritu Santo quien] “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” como dice Juan 16:8


Entonces ¿Qué los llevaría a arrepentirse en el infierno, donde el Espíritu ya no está disponible para trabajar de esa manera? ¿Por qué deberíamos pensar que alguna vez se arrepentirán? ¿Qué podría ser más apropiado que castigar eternamente a los eternamente impenitentes?


Aunque esto no se enseña indiscutiblemente en las escrituras, es compatible con todo lo que sabemos sobre los malvados y los ocupantes del infierno.


Cuando la ira de Dios se derrama sobre los impíos, en Apocalipsis 19:9 leemos que “Todos sufrieron terribles quemaduras, pero ni así se arrepintieron; en vez de darle gloria a Dios, que tiene poder sobre esas plagas, maldijeron su nombre” el versículo 11 dice que “Y, por causa de sus padecimientos y de sus llagas, maldecían al Dios del cielo, pero no se arrepintieron de sus malas obras”


De manera similar Apocalipsis 9:20-21 nos dice El resto de la humanidad, los que no murieron a causa de estas plagas, tampoco se arrepintieron de sus malas acciones ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no pueden ver ni oír ni caminar. Tampoco se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus artes mágicas, inmoralidad sexual y robos”


Algunos preguntan si el “llanto” y el “crujir de dientes” no significa arrepentimiento, pero como explico Alfred Edersheim

“El ‘llanto’ se asocia en el pensamiento rabínico con el dolor, pero el ‘rechinar de dientes’ casi siempre se debe a la ira, no, como se supone generalmente, a la angustia”

John Blanchard también dice:

“En el infierno, esa ira será más intensa que cualquier otra que este mundo haya visto jamás. Los malvados se enojarán por las cosas que les dieron placer en la tierra, pero que ahora les causan dolor en el infierno; enojados por los pecados que arruinaron sus vidas; enojados consigo mismos por ser quienes son; enojados con Satanás y sus ayudantes por producir las tentaciones que los dejaron caer en el pecado; y, aun estando obligados a reconocer Su gloria y bondad, enojados con Dios por condenarlos a este terrible destino”

También podemos ver que en Apocalipsis 22:10-11, como sugiriendo que los ocupantes del infierno permanecerán impenitentes, “También me dijo: «No guardes en secreto las palabras del mensaje profético de este libro, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca. Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose»”  

 D.A. Carson comenta sobre esto:

“El paralelismo es revelador. Si los santos y los que hacen el bien continúan siendo santos y haciendo el bien, en anticipación de la perfecta santidad y rectitud que se vivirán y practicarán por toda la eternidad, ¿no deberíamos concluir también que los viles continúan su vileza en anticipación de la vileza que ellos vivirán y practicarán por toda la eternidad?”

Sinclair B. Ferguson señala:

“Puede parecer tenue basar esto en Apocalipsis 22:11 (‘deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose’), pero la negativa a arrepentirse ante los juicios escatológicos de Dios (16:8-11) implica que la consumación de esos juicios en el infierno no produce ni producirá un espíritu penitencial. Aquí, entonces, están las tinieblas de las tinieblas de afuera: no hay arrepentimiento”

Es importante notar, que en ninguna parte de las escrituras nos aseguran que los ocupantes del infierno se arrepentirán. Hay quienes preguntan si el hombre rico de Lucas 16, y consideremos de nuevo el pasaje que vimos anteriormente, el hombre rico no expreso ni el más mínimo remordimiento, ciertamente tampoco arrepentimiento por la forma por la que trato a Lázaro. Por cierto, el hombre rico que había ignorado a Lázaro le pidió a Abraham que le enviara a Lázaro a buscar agua, y presumiblemente se las trajera a través de las llamas. El hombre rico también pregunto si Lázaro podía dejar su sitio de consuelo, para advertirle a sus hermanos de su necesidad de arrepentirse, en resumen, el hombre rico vio a Lázaro como nada más que una herramienta. Además, la sugerencia del hombre rico de que sus hermanos debían ser advertidos denota una falta de arrepentimiento, porque implica que termino en el infierno porque Dios no le dio suficiente advertencia. Finalmente, no estuvo de acuerdo con la afirmación de que la ley de Moisés era prueba suficiente para llevar a sus hermanos al arrepentimiento.


En suma, muchos entienden la enseñanza de la Biblia sobre el infierno, pero sin embargo exhiben un abierto rechazo al Dios revelado en ella.

Mark Twain le escribió a su esposa lo siguiente:

“Estoy lo suficientemente seguro en sus manos; no corro ningún peligro por esa clase de Deidad. El que quiero mantener fuera del alcance es la caricatura de él quien se encuentra en la Biblia. Nosotros (ese y yo) nunca podríamos respetarnos, nunca llevarnos bien. Me he reunido con su superior cientos de veces; de hecho, yo mismo soy igual”.  ¿Por qué deberíamos suponer Twain tendrá una actitud diferente en el juicio?

Así también tenemos que John Shelby Spong escribió:

un Dios que no puedo respetar, mucho menos adorar; una deidad cuyas necesidades y prejuicios son al menos tan grandes como los míos”

De manera similar Desmond Tutu dijo:

“Me negaría a ir a un cielo homofóbico. No, diría que lo siento, quiero decir que preferiría ir al otro lugar”

Asimismo, John Stuart Mill dijo: 

“Cualquiera que sea el poder que tal ser pueda tener sobre mí, hay una cosa que no hará: no me obligará a adorarlo. No llamaré a ningún ser bueno, que no es a lo que me refiero cuando aplico ese epíteto a mis semejantes; y si un ser así puede sentenciarme al infierno por no llamarlo así, al infierno iré”

Igualmente, desafiante William Ernest Henley en su poema “Invictus” escribió los siguiente:

“Más allá de este lugar de ira y llantos, acecha la oscuridad con su horror, Y sin embargo la amenaza de los años me halla, y me hallará sin temor. No importa cuán estrecho sea el camino, ni cuántos castigos lleve a mi espalda, Soy el amo de mi destino, Soy el capitán de mi alma.”

De esta manera y más, la gente expresa su desafío a Dios. Sus palabras revelan una clara falta de respeto por Él y una negativa a vivir bajo Sus reglas. ¡Algunos incluso llegan a alardear de que preferirían irse al infierno!


En respuesta, algunos han sugerido que una vez que dichos hombres realmente vieran al Dios de amor, se darían cuenta de que estaban equivocados y querrían estar con él, pero ese sería el caso si el rechazo a Dios fuera cuestión de un simple error, un malentendido similar a pedir el postre equivocado. Pero la Biblia expone continuamente, que los que están perdidos no lo están por falta de información, sino por la dureza del corazón. No poseemos ninguna razón para pensar que su rechazo consiente aquí, disminuirá por el juicio.


En otras palabras, existe la sensación de que en el infierno obtendrán lo que más desean: la separación de Dios.


Algunos han señalado que estos ejemplos de hombres que rechazan a Dios son “inusuales” y que la mayor parte de las personas jamas hacen declaraciones tan abiertas y de corazón duro. Eso es cierto, por su puesto, pero eso no significa que aquellos que no hacen tales proclamaciones, no tengan la rebelión encerrada en sus corazones. De hecho, en el juicio cuando todos los humanos se hayan rebelado como realmente son, creo que seremos testigos de una actitud egoísta similar.


Zygmunt Bauman nos da un ejemplo de esto, dice así:

“Hace unos años, un periodista de Le Monde entrevistó a una muestra de ex víctimas de secuestros. Una de las cosas más interesantes que encontró fue una incidencia anormalmente alta de divorcios entre parejas que pasaron juntos por la agonía de la experiencia de ser rehenes. Intrigado, sondeó a los divorciados por el motivo de su decisión. La mayoría de los entrevistados le dijeron que nunca habían contemplado el divorcio antes del secuestro. Durante el horrible episodio, sin embargo, “sus ojos se abrieron” y “vieron a sus parejas bajo una nueva luz”. Los buenos maridos ordinarios “demostraron ser” criaturas egoístas, que sólo se preocupaban por sus propios estómagos; los hombres de negocios atrevidos mostraban una cobardía repugnante; los “hombres de este mundo” ingeniosos cayeron en pedazos e hicieron poco más que lamentarse por su inminente perdición."

Esto responde a otra cuestión sobre el infierno, ¿Podría alguien disfrutar del cielo sabiendo que sus seres queridos están allí? Cuando el rechazo de Dios por parte de nuestros seres queridos sea evidente, y se revele su verdadera actitud hacia los demás. Ningún cristiano desearía poder pasar la eternidad con una persona así, tal como los cónyuges que experimentaron el secuestro juntos, que se dieron cuenta que no podían seguir estando casados.  El infierno parecerá extrañamente apropiado.


En relación con lo anterior, los ocupantes del infierno, no solo no se arrepentirá, no querrán estar con dios


Como Dallas Willard dijo:

“Sino que se han convertido en el tipo de personas tan encerradas en su propia adoración y negación de Dios que ellos no pueden desear a Dios”

No hay duda que los que están en el infierno, odiarían el infierno, después de todo es sufrimiento, pero ¿Disfrutarían el cielo? No, los rebeldes por definición no quieren seguir la línea.


Dallas Willard lo expreso bien:

“Estoy completamente convencido de que Dios permitirá que entren al cielo todos los que, en su opinión, puedan soportarlo”

C.S. Lewis pensó esto también:

“Las puertas del infierno están cerradas por dentro. Ciertamente, no quiero decir que los fantasmas no deseen salir del infierno… pero ciertamente no lo harán ni siquiera en las primeras etapas preliminares del autoabandono a través de las cuales solo el alma puede alcanzar algo bueno. Disfrutan para siempre de la horrible libertad que han exigido y, por lo tanto, se esclavizan a sí mismos" 
 Dallas Willard dice también:

“Las personas perdidas, en términos cristianos, son precisamente las que confunden su propia persona con Dios. Identifican falsamente, y no pueden reconocer, lo que está más cerca de ellos: ellos mismos. Entonces, como hemos señalado, todo se vuelve ilusorio. Una persona así realmente cree que está a cargo de su vida, aunque, es cierto, para manejarla ‘con éxito’, puede que tenga que inclinarse abiertamente ante tal o cual persona o poder. Pero él está a cargo (él cree), y no tiene confianza en aquél que realmente es Dios. Por lo tanto, nadie elige en abstracto ir al infierno o incluso ser el tipo de persona que pertenece allí. Pero su orientación hacia sí mismos los lleva a convertirse en el tipo de persona para quien el alejarse de Dios es el único lugar para el que son adecuados. Es un lugar que, al final, elegirían para sí mismos, en lugar de llegar a humillarse ante Dios y aceptar quién es él” […] El hecho fundamental sobre ellos no será que estén allí, sino que se han convertido en el tipo de personas tan encerradas en su propia adoración y negación de Dios que no pueden querer a Dios

Ahora podemos ver, que al Infierno como un Factor de Disuasión en el Presente y el Futuro


Sobre esto el Dr. Clay Jones escribe

“A lo largo de los siglos, muchas personas se arrepintieron de sus pecados porque se volvieron conscientes del infierno. Eso me paso a mí. Cuando tenía casi 13 años, escuchaba a Billy Graham predicar un sermón titulado “El Cielo y el Infierno”, y cuando terminó, estaba absolutamente seguro de que me iría al infierno. Seguí adelante ese día y entregué mi vida a Cristo. “

 De manera similar, el hermano del difunto ateo Christopher Hitchens, Peter Hitchens escribe:

“Todavía burlándome, miré a las figuras desnudas que huían hacia el abismo del infierno, fuera de mi habitual interés débilmente mórbido en los supuestos terrores de la condenación. Pero esta vez me quedé boquiabierto, mi boca realmente colgando abierta. Estas personas no parecían remotas o del pasado antiguo; eran de mi propia generación. Debido a que estaban desnudos, no estaban aprisionados en su propia época por modas limitadas en el tiempo… Éramos yo y las personas que conocía. Uno de ellos, y siempre me he preguntado cómo lo pensó el pintor, en realidad está vomitando de conmoción y miedo ante el sonido de la Última Trompeta… Tuve un repentino y fuerte sentido de que la religión es una cosa del día de hoy… Un gran catálogo de fechorías, desde las vergonzosas hasta las espantosas, se repitió rápidamente en mi cabeza. No tenía absolutamente ninguna duda de que estaba entre los condenados…”

Por lo demás, debemos aclarar algo, casi todos, incluso los no cristianos, piensan que quienes cometen ciertos males deben ser castigados. Por lo tanto, cuando se trata del infierno, estamos hablando solo de una cuestión de grado (cuánto castigo es suficiente), no de si debería haber castigo en absoluto.


Surge ahora la siguiente cuestión ¿Se irán muchos al infierno? Quizás sí, pero ¿Consideraríamos a Dios más amoroso o más justo si menos fueran al infierno? Sospecho que no ¿Cuándo estaríamos satisfechos? ¿Lo harían miles menos o millones menos? Seamos realistas, si pensamos que el infierno es injusto, nadie debería ir allí. Por otro lado, si el infierno es el destino justo de las personas rebeldes, ¿por qué argumentar que menos deberían ir allí?


Ahora ¿Podríamos sentirnos bien con el infierno? En realidad, nadie tuvo la intención de sentirse completamente bien al respecto. No se supone que nos sintamos bien con la rebelión que lleva a la gente al infierno. En el fin del mundo, ni siquiera Dios puede envolver el infierno con papel bonito y una cinta.


Y como dice Clay Jones “Debo decir, sin embargo, que, aunque no necesariamente me siento bien con el infierno, ciertamente me siento mucho mejor sabiendo que hay un infierno, que imaginar cómo sería si no hubiera infierno. Los seres libres que se intoxican con la idea de su propia divinidad autorrealizada necesitan algo para recuperar la sobriedad, y el infierno puede servir en ese propósito”


El Dios que creó el infierno también permitió que Su Hijo Jesús fuera torturado hasta la muerte en la cruz para pagar por nuestros pecados para que no tuviéramos que ir ahí.

Basado en el libro «¿Por qué Dios permite el mal?» de Clay Jones.

Bibliografía
*C. S. Lewis, The Problem of Pain (New York: Macmillan, 1943), 113-114.]

*Human Destiny: After Death—What? (London: Pickering & Inglis, 1913)],

Robert A. Peterson, Hell on Trial: The Case for Eternal Punishment (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 1995), 192.

John Blanchard, Whatever Happened to Hell? (Wheaton, IL: Crossway, 1995), 160. 

D.A. Carson, The Gagging of God: Christianity Confronts Pluralism (Grand Rapids: Zondervan, 2009), 531, Kindle Edition.

John Furniss, The Sight of Hell (Seattle: CreateSpace/St. Athanasius Press, 2014, reprint 1882), 59

William V. Crockett, “The Metaphorical View,” in William V. Crockett, ed., Four Views on Hell (Grand Rapids: Zondervan, 1996), n. 10, 46. Jonathan Edwards en John Gerstner, Jonathan Edwards on Heaven and Hell (Grand Rapids: Baker, 1980), 56, n. 37.

Larry Dixon, The Other Side of the Good News: Confronting the Contemporary Challenges to Jesus’ Teaching on Hell (Wheaton, IL: Bridgepoint, 1992), 130. G. Campbell Morgan, The Gospel According to Luke (Cambridge: Cambridge University Press, 1965), 162, como citado en Dixon, 132. 

Murray J. Harris, “The New Testament View of Life After Death,” Themelios 11 (January 1986): 48.

Alfred Edersheim, The Life and Times of Jesus the Messiah (Peabody, MA: Hendrickson, 1993 [Orig. pub. 1883]), 550. 

John Blanchard, Whatever Happened to Hell? (Wheaton, IL: Crossway, 1995), 158. 

D.A. Carson, The Gagging of God: Christianity Confronts Pluralism (Grand Rapids: Zondervan, 2009), 533. Kindle Edition. 

Sinclair B. Ferguson, Hell Under Fire, 235 

John Shelby Spong, Rescuing the Bible from Fundamentalism (San Francisco: HarperSanFrancisco, 1991), 24 

Desmond Tutu, Daily Mail, 27 de Julio, 2013. 

Carta de Mark Twain a su esposa, Olivia Clemens, 17/7/1889. 

John Stuart Mill, An Examination of Sir William Hamilton’s Philosophy: The Principal Philosophical Questions Discussed in His Writings, 2d ed. (London: Longmans, Green, and Co., 1865), 103.

William Ernest Henley, “Invictus” (1875).

Zygmunt Bauman, Modernity and the Holocaust (Ithaca, NY: Cornell, 1989), 6.

Edwards y Stott, Evangelical Essentials, 319.

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