Por Steve. W. Lembke
No, la Escritura nunca les otorga derechos a los animales de manera específica. La Biblia no afirma que los animales tengan derechos intrínsecos; ni siquiera el derecho a la vida. A diferencia de los seres humanos, aquellos no fueron creados a la imagen de Dios. La obra suprema de la creación divina es el hombre, y Dios le concedió un valor inherente y mayores capacidades que a los animales. Asignó a los seres humanos la tarea de someterlos y gobernarlos (Gn. 1:20-31). Dios aprobó específicamente el uso de animales como alimento para los seres humanos (Gn. 9:1-3; Lv. 11:2-3). Dado que tienen menos valor que las personas, no se les deben otorgar los mismos derechos, ni debería sacrificarse nunca una vida humana para salvar un animal.
Sí, la Biblia afirma que los seres humanos tienen la obligación moral de tratar bondadosamente a los animales. Aunque es evidente que los animales no tienen el mismo valor que las personas, merecen consideración porque Dios los creó como algo «bueno» (Gn. 1:20-25). Como parte de la administración que Él nos encomendó, no debemos abusar ni dañar innecesariamente a los animales. Para describir la dinámica generadora de vida que Dios otorgó a los animales (nephesh, Gn. 1:20,21,24,30), la Escritura usa la misma palabra que emplea cuando sopló aliento de vida en el hombre (Gn. 2:7). A diferencia de los animales, el alma humana tiene capacidades particulares: conciencia de sí misma, razonamiento abstracto, orientación hacia el futuro, libertad, responsabilidad moral y capacidad para relacionarse con Dios. Los sacrificios de animales presuponen que estos tienen valor (Lv. 4-6; He. 9:11-28). El dolor de los animales es una cuestión de incumbencia moral porque Dios manifiesta interés por ellos (Gn. 7:2-4; Sal. 104:10-30; 147:7-9; 148:7-10; Mt. 6:26; Le. 12:6-7,24).
Aunque después del diluvio, Dios permitió a los seres humanos utilizar animales como alimento (Gn. 9:1-3), esto fue, tal vez, una concesión ante la pecaminosidad humana. El vegetarianismo que se practicaba en el huerto de Edén (Gn. 1:29-30; 2:16) y la profecía de que, en el futuro, los depredadores naturales vivirán juntos y en paz (Is. 11:6-8) sugieren que la condición de carnívoro no es el ideal divino.
No, la Escritura nunca les otorga derechos a los animales de manera específica. La Biblia no afirma que los animales tengan derechos intrínsecos; ni siquiera el derecho a la vida. A diferencia de los seres humanos, aquellos no fueron creados a la imagen de Dios. La obra suprema de la creación divina es el hombre, y Dios le concedió un valor inherente y mayores capacidades que a los animales. Asignó a los seres humanos la tarea de someterlos y gobernarlos (Gn. 1:20-31). Dios aprobó específicamente el uso de animales como alimento para los seres humanos (Gn. 9:1-3; Lv. 11:2-3). Dado que tienen menos valor que las personas, no se les deben otorgar los mismos derechos, ni debería sacrificarse nunca una vida humana para salvar un animal.
Sí, la Biblia afirma que los seres humanos tienen la obligación moral de tratar bondadosamente a los animales. Aunque es evidente que los animales no tienen el mismo valor que las personas, merecen consideración porque Dios los creó como algo «bueno» (Gn. 1:20-25). Como parte de la administración que Él nos encomendó, no debemos abusar ni dañar innecesariamente a los animales. Para describir la dinámica generadora de vida que Dios otorgó a los animales (nephesh, Gn. 1:20,21,24,30), la Escritura usa la misma palabra que emplea cuando sopló aliento de vida en el hombre (Gn. 2:7). A diferencia de los animales, el alma humana tiene capacidades particulares: conciencia de sí misma, razonamiento abstracto, orientación hacia el futuro, libertad, responsabilidad moral y capacidad para relacionarse con Dios. Los sacrificios de animales presuponen que estos tienen valor (Lv. 4-6; He. 9:11-28). El dolor de los animales es una cuestión de incumbencia moral porque Dios manifiesta interés por ellos (Gn. 7:2-4; Sal. 104:10-30; 147:7-9; 148:7-10; Mt. 6:26; Le. 12:6-7,24).
Aunque después del diluvio, Dios permitió a los seres humanos utilizar animales como alimento (Gn. 9:1-3), esto fue, tal vez, una concesión ante la pecaminosidad humana. El vegetarianismo que se practicaba en el huerto de Edén (Gn. 1:29-30; 2:16) y la profecía de que, en el futuro, los depredadores naturales vivirán juntos y en paz (Is. 11:6-8) sugieren que la condición de carnívoro no es el ideal divino.
La Escritura recomienda a los seres humanos tratar compasivamente al reino animal. La ley mosaica prohibía que se tratara cruelmente a las aves y prometía larga vida a aquellos que no abusaban de los animales (Dt. 22:6-7). Otras normas contemplaban el bienestar de los animales de granja (Dt. 22:1-4,10; 25:4). Una característica de la vida del, justo es el trato bondadoso hacia los animales (Pr. 12:10).
- Extraído de la Biblia de Estudio de Apologética
- Extraído de la Biblia de Estudio de Apologética
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